domingo, 30 de marzo de 2014

Cuando llegué, justo donde comenzaba la mar y su muerte, una ola encrespadísima se derramó sobre sus pies bordándolos de espuma a la par que desaparecía el adorno efímero y marinero, mis sandalias se hundían y yo, incapaz, presa de aquella brisa y del color de los volantes con el aire entre ellos, como queriéndose escapar del bulto, más adivinado que visto. No puede sacar los ojos, me succiona el centro de la tierra y únicamente mis ojos pueden moverse sobre el mapa quieto de un cuerpo sobre la arena, entre sus telas volanderas y mi deseo apremiante, de buscar un rostro entre el abundante desmayo de la playa. Pero estoy aquí, presa de esta arena ardiente, con unas piernas inútiles que solo saben dejarse apsirar... Pienso deprisa y un terrible esfuerzo me desata la desazón comedora, del vértigo del miedo que es lo único que me detiene, todo lo que me impide el paso hacia lo que yo sé que es pero no he visto. Camino torpemente, quiero llegar pero retraso el momento. Al fin volteo el rostro que yace boca abajo y unos ojos sin vida me miran, abiertamente hasta la extenuación. Sus largas pestañas alcanzan el arqueado perfecto de las cejas y, sorprendentemente, una última lágrima se desprendió suave y lentamente, muy lejos ya del dolor que le ha imputado, solo agua que conoce el camino y cumple su lógico trayecto. Sigo prendida de estos dos ojos y la paz de esta cara acaba por invadirme mientras mi mano atiende a cerrar esta ventana dormida y bellas de ojos recién dormidos. Aún estoy en este quehacer dulce y despacioso cuando me sorprende un rebujo de volantes, el dibujo de sus flores inicia tenues movimientos. Quizás he sido yo, quizás mis manos tocaron inadvertidamente algo más que la altura de estos párpados  y el paisaje, que vieron, tan azul, antes de no ver nada.  Quedo quieta, espero el cese de esa pequeña agitación con el ánimo en suspenso. Muy  al contrario, el movimiento crece y crece y las flores cobran naturalidad, es un jardín con vientos propios y yo juraría que hasta aromas que intento conocer y separar. La idea de esa locura que desde hace tiempo me pretende y toma cuerpo y me golpea, esto no es posible, los olores llenan la playa y traen a mi memoria olfativa remembranzas de viajes y una confusión de mapas, voces amigas, sabores que actúan en mi paldar...Debe ser la hora de la demencia definitiva, nada de esto puede ser real y, sin embargo, la floresta sigue su movimiento...Quiero parar esta sinrazón y alargo el brazo hasta la ingle de la muerta, ahí está, según creo, el origen de esta actividad. Extiendo la mano sobre la tela, casi en caricia, y cesa la brisa. Un poco  más abajo otra flor ladea los petalos y contagia a la de al lado y esta a la siguiente...Persigo el movimiento y voy, llena de manos, a terminar esta locura...Se agolpan los aromas en mi garganta, saben a todo lo que no he probado, esparcen por mi lengua palabras desconocidas que llevan al llanto...Decido echarme sobre esta mujer rota, esparcen por mi lengua palabra desconocidas que me llevan al llanto Decido echarme sobre esta mujer rota, apaciguar su sobresaltada actividad, morir con ella si es preciso. Reposo mi rostro sobre su vientre y allí los aromas intensos, casi comestibles, me llenan de un intenso bienestar. Es entonces cuando advierto que no estamos solas, otros ojos como los suyos me miran. Entre sus piernas y bajo los restos de su vestido, colores y flores aunados en un perfecto desorden, han crecido unos ojos que siguen fijos en los míos. No sé cuánto tiempo nos miramos, hace rato que esta niña, apenas ser, duerme en mis brazos. A nuestro lado una escritura en la arena, semiborrada, quiso explicar algo. Mientras duerme la nena veo como el agua lamen los últimos caracteres.

Tengo una hija que no sé cómo se llama.
La mar sabe su nombre.

Gloria Ruiz.


Loretta Lix

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola de nuevo también me gusto el de la niña en el mar y el vídeo que dice Gustavo Vega y la musica que se escucha me XD en canta!!!!!