Ella me enseñaba a leer
en un libro vencido,
un libro de horas
para el traspaso
del año. Ella enseñaba
el final de la página
en ciernes y de la voz
que habla. Aprendí
de su mano el giro
de los trazos y cuando
aparece el pecado
mirando feliz desde
la galería oeste.
Pero la clase más agria
la que concluye y calma
toda sabiduría, ésa
se daría más tarde.
Esperanza López Parada
Carlos Pazos |
1 comentario:
Qué maravilla. Gracias por el regalo de tantas cosas que nos dicen, de una forma o de otra.
>Pero la clase más agria
>la que concluye y calma
>toda sabiduría, ésa
>se daría más tarde.
Qué humanísimos versos. Todo el poema es de una ternura cósmica envolvente. Como un icono ruso: Si uno se asoma aquí ve realidades no sensibles.
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