viernes, 8 de mayo de 2009

Sicut cervus ad fontes...



Joy Laville


El primer ciervo estaba a la puerta del laberinto.

Era invisible

pero la hierba azul se hundía con la forma de sus pezuñas,

mientras el viento hacía sombras sonoras

entre sus astas.

Yo era muy pequeño

Pero lo sentía con certeza.

No era un animal,

Era la llave que abría la puerta del misterio,

que como una cúpula infinita

iba cubriéndolo todo.

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El octavo ciervo no era un ciervo

era un aroma nuevo y conocido.

Su dibujo eran dos serpientes entrelazadas

Eran las colinas verdes desangradas en espejos,

donde se veía el espíritu blanco del invierno

enganchado en las ramas más frágiles del árbol.

El viento cosía mis labios,

el frió rayaba mis ojos,

pero el amarillo manchaba mis ropas

que empezaban a latir.



un sabor implacable que tenía la dulzura de la justicia.

************************************************************************************* El undécimo ciervo no era esperado,

aguardaba silencioso

como un deseo al que se ha renunciado,

una gema apagada en un cuenco de olvido.

La sombra de sus astas

dibujaban el mapa de un río inmenso,

con cientos de afluentes.

Cuando se disipó la niebla de la mañana

quedó una mañana absoluta.

El cuenco se volcó,

sonó algo en el aire,

volaba un ave con mi nombre mas íntimo,

era un enviado,

me asusté y perdí el equilibrio.

Sujetándome por la espalda

me susurró al oído:

El corazón aunque no lo creas siempre está en pie.

Agustín De Julián.

2 comentarios:

Miguel Gómez Losada dijo...

Estoy encantado, un beso musguito.

Johnny JO Mcmakaloom dijo...

Esto es realmente bueno.Por cierto,tu blog me parece bastante interesante,te invito a que te pases por el mio.Saludos