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Francesca Woodman.



Meditaciones en Lagunitas


Todo el pensamiento moderno es sobre la pérdida.
En esto se parece a todo el pensamiento antiguo.
El concepto, por ejemplo, de que cada idea particular borra
la claridad luminosa de una idea general. Que el pájaro
carpintero de cara de payaso que golpea en el tronco esculpido y muerto
de ese oscuro abedul es, por su presencia,
alguna tragedia que cae desde un mundo primigenio
de luz indivisible. O la otra idea de que,
como no hay en este mundo una sola cosa
que se corresponda con las espinas de la zarzamora,
una palabra es elegía para lo que significa.
Hablamos de ello bien tarde la pasada noche y en la voz
de mi amigo, había un delgado hilo de pena, un tono
casi lastimero. Después de un rato entendí que,
hablando de esta forma, todo se disuelve: la justicia,
el pino, el pelo, la mujer, tu y yo. Hubo una mujer
a la que hice el amor y recordaba como, sosteniendo
a veces sus pequeños hombros en mis manos,
sentía una violenta maravilla por su presencia
como una sed por la sal, por el río de mi niñez
con sus islas de juncos, música estúpida de un barco de recreo,
lugares embarrados donde cogíamos ese pescado pequeño y plata anaranjado]
llamado pez sol . Apenas tenía algo que ver con ella.
Anhelando, decimos, porque el deseo está lleno
de distancias interminables. Debo haber sido lo mismo para ella.
Pero recuerdo tanto, la manera en la que sus manos deshacían el pan,
lo que su padre le dijo que le hizo daño, lo que
ella soñaba. Hay momentos en los que el cuerpo es tan espiritual
como las palabras, días que son la carne buena en progresión.
Tanta ternura, esas tardes y noches,
diciendo zarzamora, zarzamora, zarzamora.

Praise (1979)

De Robert Hass
traduccion de Julio mas alcaraz