miércoles, 3 de febrero de 2010























Imagen de Pepa Cobo.

LA HISTORIA

para C

Extendida sobre la cama bien hecha, la blusa que decidiste
no ponerte. La miro
y vuelvo a mirarla, para recobrar mi alma del calendario.

Fuera, nudosas ramas
de un castaño en invierno como una profusión de astas;
dentro, asteriscos como erizos se aferran aquí y allá a algún texto.

Más tarde, en el trabajo, guío pequeños grupos hasta una paradoja nevada
o hago sonar, yo solo, parejas talimásnicas
de palabras en el flanco sudoeste de la mañana.

*

Abejas espirituales se posan
y se abren camino hacia nosotros, acercándose en la masa
para ver florecientes milagros o percances por los caminos.

Aunque nunca solíamos quedarnos, deambulaba contigo
por las iglesias. Como dos tenues y pausados
rayos de luz que vagan a la deriva por la oscuridad de un ojo.

Emprendo un paseo por el amplio reino caído del pensamiento:
alli los caballos pacen y el tojo resplandece,
el dinero discute, los perros se oscurecen, ladran las ciénagas, las telas talan.

A la sombra sigilosa de una acrópolis abandonada, visito
un parque filosófico. Allí un roble
semeja la conciencia de la bellota de la que ha brotado.

Me inclino por gritar en la calle, no por la conferencia secreta.
Miro más allá de las barricadas, hacia la avenida. Luego me inclino
por la razón.

Se me compele, así, que me centre en proposiciones como "La piedad
es un error". Y entonces debo arrastrarme
como una chinche ante una hilera de palabras más grandes que yo mismo.

Cansado, vuelvo a casa para estar a tu lado. Me muestras
pilas de historias y las involuntarias radiaciones sanadoras
de las cabezas de los bebés-

Desde la inmensidad
las estrellas descienden a golpear nuestro tejado. Dioses y  santos
gesticulan con las manos como pandilleros cósmicos.

Ingrávidos, no obstante, orbitamos
sobre un transmisor de imágenes, números imaginarios e incontables
epidemias de ilusión, hasta que nos escondemos para soñar.

Una lluvia de memoria cae dentro de casa sin mojar nada.
Arden fuegos dentro de voces pero cantan estos cantantes,
sin miedo, miran con sus bocas, y verán despedirse  la noche.

Reginald Gibbons
Traducción de Jordi Doce
en Littera poesía.

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