Septiembre
En el pálido azul que acogen las terrazas,
los labios desprovistos que saben regresar
y el vuelo de las últimas gaviotas.
Voces que el mar congrega,
que vienen con las olas y son la lejanía.
Playas tendidas como alas de nieve
al pie de los bañistas
y autobuses velados con tenues pasajeros
que persiguen la falta de costumbre.
También entonces
rubias muchachas sumergidas
en el agua templada de las historias breves
y la pasión del horizonte, el hilo de ciudades
que definen los barcos que se alejan.
No es más real, septiembre, que un recuerdo,
pero nombres que dimos por perdidos
recobran claridad, el aire que atraían
y el sueño en que resisten los veranos.
En el pálido azul que acogen las terrazas,
los labios desprovistos que saben regresar
y el vuelo de las últimas gaviotas.
Voces que el mar congrega,
que vienen con las olas y son la lejanía.
Playas tendidas como alas de nieve
al pie de los bañistas
y autobuses velados con tenues pasajeros
que persiguen la falta de costumbre.
También entonces
rubias muchachas sumergidas
en el agua templada de las historias breves
y la pasión del horizonte, el hilo de ciudades
que definen los barcos que se alejan.
No es más real, septiembre, que un recuerdo,
pero nombres que dimos por perdidos
recobran claridad, el aire que atraían
y el sueño en que resisten los veranos.
Luis Muñoz Septiembre
Vivian Maier
4 comentarios:
Que recuerdos me trae este poema...besos
es maravilloso!
La electricidad te hace llorar lágrimas
eléctricas.
La luna no puede perdonarte
brilla en el sueño
como una herida abierta
la luna
la luna del sueño
se
vierte
vierte sobre tu cuello
tu cuello largo
tu cuello
largo como expirar
sepultado de alquitrán
hasta la mejilla del cielo.
Y en la mirada
en tierra
los ojos
los ojos rotos
los ojos rotos de occidente iluminan
la superficie nocturna
de ese ajado cuero limón,
piel pusilánime por que derrama
como la promesa de una fuente
que no puede cesar lamentándose
litros rojos de fiebre espesa,
cascada enorme de litros
encarnados, litros escarlata
en precipitación
sin cesar
litros rojos fluyentes como un manantial
de catástrofe,
empapando a su paso bermejo el manto de paño
que la vieja depositó entonces,
sobre la llanura yerma de las eras, aquel
cedazo oleoso añil, de brillantes luces cobre.
Y en la batalla
dos legiones de hombres libres
no cesan en combate
a bayoneta
sobre las dunas moradas
de tu boca
alborotando olas
de polvo almizclado,
palabras largas sin vocales
atraviesan los tímpanos,
esporas con garfios de porcelana
recogen a los vencidos,
tu espíritu huele a estiercol.
Y en la colina
sopla poniente
espigas doradas contra tu pecho,
sobre el paisaje vitral
marrón-violáceo
de un mar de carne fría,
mar retorcido y salvaje
por alcanzar el horizonte,
mientras lejana
en el rumor ocre de la marea plástica
crece una pieza musical,
venciendo la línea vertical de espuma
elástica
entre las ramas de la voz femenina,
un coro de voces tenores reclama,
-¡Sumérgete, vida mía...!
Por coincidencia, publiqué un poema de este autor, también en septiembre.
Saludos...
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