El disco de El Hombrecito cabe a la perfección en el bolsillo interior de mi chaqueta ochentera. Lo traigo conmigo por si llego a cruzarme con don Paco Ibañez. Mejor hubiera sido entregarle un libro, pero como Andrés Nieva aun no ha traído el libro que me editó, no tengo otra opción. El disco lo podría impresionar. Desde los sesenta, don Paco se dedica a hacer temas de poetas clásicos y contemporáneos. Para los que creen en la reencarnación, don Paco en su vida pasada debió ser una antología de poesía española de seiscientas páginas puesta sobre una mesita de noche. En Wikipedia se lee lo siguiente “es un cantante español, cuya trayectoria artística la ha dedicado casi íntegramente a realizar versiones musicalizadas de poemas de autores españoles e iberoamericanos, tanto clásicos como contemporáneos.”
¿Qué puedo ganar si le pido que musicalice un poema mío? Nada. Bueno, que los otros poetas se pongan celosos y se rebelen contra mi durante los almuerzos y las cenas. Que yo sepa don Paco nunca ha hecho poemas de poetas dominicanos. Tampoco ha hecho poemas de Borges. Así que no ha hecho ni a Borges ni a ningún poeta dominicano. Esta puede ser una nueva fuente de quejas para María Kodama y los dominicanos.
Alcanzo la puerta del teatro Príncipe de Asturias donde van ingresando los fans de don Paco. Debido a que las primeras filas están llenas, no tengo más remedio que sentarme en la penúltima fila, al lado de Ana, Nadia y Enzia. ¿Cenará don Paco con nosotros? ¿Estará acompañado de muchos poetas en una mesa aparte? ¿Cuáles poetas se sentarán a su lado? ¿Aprovecho cuando vaya al baño para interceptarlo? Todas estas preguntas y estrategias me hacen recordar a un vecino músico que estaba obsesionado con entregarle a Billy Corgan, el cantante de los Smashing Pumpkins, su demo. Según había oído, Billy Corgan frecuentaba un bar de Boystown del que no recuerdo el nombre. Mi vecino iba a diario al bar y se quedaba sentado en una de las mesas aguardando a que Billy Corgan atravesara la puerta. Tan pronto entrara iría donde él y le entregaría su demo. El demo era una canción malísima que había grabado con una banda de la que había sido expulsado. ¿Por qué te expulsaron?, le preguntaba. Nunca me contestaba. Un día Billy Corgan entró al bar y mi amigo se armó de valor y le entregó el demo. Pero nunca nadie lo contactó. Luego comprendió que no le había dejado ningún dato con el demo y que por lo consiguiente nunca podrían contactarlo. Volvió de nuevo al bar, pero ya para entonces, Billy Corgan se había mudado a Los Angeles. Por suerte, el cidi de El Hombrecito tiene una dirección de email. Lo mejor es pasarle el cidi de forma clandestina sin explicarle nada. Fuera interesante que lo oyera.
Las luces se apagan. El ruido de los que entran en el teatro y buscan asiento va disminuyendo. En una pantalla que hay en el escenario van apareciendo unos cuadros de Miró y luego una diapositiva con los retratos de una treintena de poetas. Poetas clásicos como Quevedo, Góngora o San Juan de la Cruz. Poetas modernos como Vallejo, Luis Cernuda o Nicolás Guillén. Y contemporáneos como Fanny Rubio. ¿Quién diablos es Fanny Rubio? Le pregunto a Ana que está justo al lado mío y me responde que por lo que sabe es profesora de una facultad de letras de Madrid.
-Pero sale justo después de Miguel Hernández.
-¡Hostias!
Nadia, sentada a mi izquierda, agrega:
-Pucha. Sólo hay tres poetas hembras y más de treinta poetas machos.
-Y no hay dominicanos – añado.
- Tampoco está Borges - dice una señora argentina que está más adelante y que se voltea para no darnos la espalda.
-¡Qué vergüenza venir invitado a la Argentina y no hacer ni un poemita de Borges! - exclama la del lado que se voltea también.
-Tampoco tiene poemas de dominicanos – le digo a la señora.
-¿Vos sos dominicano?
- Lo soy.
- Que linda es Punta Cana.
-¿Le gustó?
- Es divina.
Entonces se hace un silencio. Están a punto de empezar. Efectivamente, entra don Paco Ibañez y la gente lo ovaciona. Apoya una pierna en una silla y la guitarra en su rodilla. Empieza con las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique. Prosigue con poemas de Quevedo, de Góngora, de García Lorca. Del Arcipreste de Hita, de Becquer, de Jaime Sabines. Canta poema tras poema. Cuando llega a cantar el poema número trece, mi estómago se pone a gruñir. Para el poema veintidós tengo un agujero en el estómago y un dolor de cabeza incipiente.
- Por favor, que pare ya.
- Le falta Vallejo, Gil de Biedma, Goytisolo – señala Ana.
- ¡Mierda!
- Falta Alberti, Alfonsina Storni.
- No puede ser.
- ¡Dominicano, callate! - vocea una de las rubias de la fila de enfrente.
Ahora don Paco se ha puesto a hablar. Se refiere al imperio, a cómo el inglés se quiere apoderar del mundo, a que en todas partes nos obligan a hablar en inglés y a ver películas en inglés con subtítulos en español.
- Yo no soporto ver una peli doblada por españoles.
- ¿No?
- Me contaron en Madrid que hasta doblaron la telenovela colombiana el Cartel de los Sapos.
-¿Lo hicieron? Eso es terrible – comenta Nadia.
-Hay un imperio al que debemos derrocar – prosigue don Paco - Es un imperio que poco a poco se apodera del mundo, de la diversidad, de la cultura.
El público se pone eufórico y aplaude.
-¿Está hablando de los chinos? – pregunto.
-¡Callate, dominicano! – grita la rubia de la fila de enfrente y yo intento modular mi voz.
Don Paco critica los hispano parlantes que cantan las letras del Happy Birthday. De acuerdo a él, debiéramos proponer un Feliz Cumpleaños escrito en español y que nos identifique como hispanoamericanos. WAIT A MINUTE. “Celebro tu Cumpleaños” es una canción más trascendente que el happy birthday y fue escrita por un dominicano. Esa don Paco podría incorporarla a su repertorio. Pero en cambio, don Paco canta una versión suya de Cumpleaños Feliz que Virginia, que ha tomado el asiento de Nadia, encuentra tenebrosa y que el público tararea de manera agónica.
Tras cinco poemas más, algunos con acompañamiento del bandoneón, sondeo a las mujeres a ver si alguna me acompaña al restaurante.
-Ya viene el de Alberti - dice Ana divertida.
-¿El de galopar? Ese me gusta.
Tras dos poemas más dejo el auditorio como si estuviera enfermo del estómago. Afuera hay un grupo nutrido de desertores fumando y mirando hacia el rio. Believe it or not: la mayoría de los desertores son poetas.
2
Como era de esperarse, don Paco no asiste a la cena en el restaurante. Sin embargo, no paramos de hablar del concierto y del temor de que se aparezca con la guitarra en el restaurante y se ponga a tocar los poemas culinarios de Pablo de Rocka. Aunque estoy seguro que si de pronto don Paco atravesara la puerta del restaurante todos los poetas correrían hacia él para rogarle que musicalice sus poemas.
Mientras tanto la mesera y el mesero se aproximan con las empanadas, una botella de vino y una Stella Artois.
Al rato vuelven con platos de carne mechada.
-¡Mi madre! Carne de nuevo.
- ¿Comes poca carne? – pregunta Ana.
- Es que es mucha. En la isla lo que se come es pollo.
- ¿No se come pescado?
- No, pollo. Me encanta como lo dicen los argentinos: posho. Acecha, Gervasio, ¿prefieres el pescado o el pollo?
- El posho.
-¿Y tu Horacio?
-El posho también.
- Para ellos, yo digo poio – le secreteo a Ana.
- Tienen algo de razón. Casi no pronuncias la doble ele.
- Di pollo tú.
Lo hace y comprendo el punto de los argentinos.
3
En lugar de retornar con los poetas al hotel me subo en el taxi que Aníbal detiene y nos dirigimos rumbo a una milonga. A los pocos minutos llegamos a una especie de local. Aníbal explica que se trata de un centro cultural.
-Es un teatro. Dan clases de tango en la mañana. Deberías venir.
Pasamos al patio interior. En medio de este, rodeados de unas bocinas, hay alrededor de doce parejas bailando tango.
-Sentate ahí - dice Aníbal señalando una mesa vacía y recorre todo el local saludando a amigos y conocidos.
Al rato retorna con una Stella Artois y dos rubias. Aníbal saca a bailar una. La otra se queda a mi lado y yo le sirvo de la cerveza como si estuviéramos en un colmado de la isla.
- ¿Por qué la servís así?
- Es para que no haga espuma.
- ¿De dónde venís?
- De República Dominicana. Vine al festival de poesía.
- Ah, sos poeta.
- Sí.
- Decime un poema.
Me quedo mirando las parejas bailar. El tango tiene su magia. Es un baile muy erótico. Si uno sabe bailar salsa y tango puede dominar el mundo. La rubia mira a las parejas y dice:
- Mirá al de las rastas. El y su chica son los que mejor bailan.
- Eso veo.
Al rato la rubia vuelve a insistir:
- Decime el poema, dominicano.
Saco el cidi de El Hombrecito del bolsillo de la chaqueta ochentera y se lo entrego.
- Toma, rubia, para que me oigas recitando.
La rubia desenvuelve el disco y yo sigo mirando a las parejas girando hasta que suelto un bostezo. Entonces del otro lado de los bailarines veo a una comitiva que se acerca y entre ellos a Paco Ibañez sin su guitarra. Me doy otro trago de cerveza. ¿Qué más puedo hacer?
¿Qué puedo ganar si le pido que musicalice un poema mío? Nada. Bueno, que los otros poetas se pongan celosos y se rebelen contra mi durante los almuerzos y las cenas. Que yo sepa don Paco nunca ha hecho poemas de poetas dominicanos. Tampoco ha hecho poemas de Borges. Así que no ha hecho ni a Borges ni a ningún poeta dominicano. Esta puede ser una nueva fuente de quejas para María Kodama y los dominicanos.
Alcanzo la puerta del teatro Príncipe de Asturias donde van ingresando los fans de don Paco. Debido a que las primeras filas están llenas, no tengo más remedio que sentarme en la penúltima fila, al lado de Ana, Nadia y Enzia. ¿Cenará don Paco con nosotros? ¿Estará acompañado de muchos poetas en una mesa aparte? ¿Cuáles poetas se sentarán a su lado? ¿Aprovecho cuando vaya al baño para interceptarlo? Todas estas preguntas y estrategias me hacen recordar a un vecino músico que estaba obsesionado con entregarle a Billy Corgan, el cantante de los Smashing Pumpkins, su demo. Según había oído, Billy Corgan frecuentaba un bar de Boystown del que no recuerdo el nombre. Mi vecino iba a diario al bar y se quedaba sentado en una de las mesas aguardando a que Billy Corgan atravesara la puerta. Tan pronto entrara iría donde él y le entregaría su demo. El demo era una canción malísima que había grabado con una banda de la que había sido expulsado. ¿Por qué te expulsaron?, le preguntaba. Nunca me contestaba. Un día Billy Corgan entró al bar y mi amigo se armó de valor y le entregó el demo. Pero nunca nadie lo contactó. Luego comprendió que no le había dejado ningún dato con el demo y que por lo consiguiente nunca podrían contactarlo. Volvió de nuevo al bar, pero ya para entonces, Billy Corgan se había mudado a Los Angeles. Por suerte, el cidi de El Hombrecito tiene una dirección de email. Lo mejor es pasarle el cidi de forma clandestina sin explicarle nada. Fuera interesante que lo oyera.
Las luces se apagan. El ruido de los que entran en el teatro y buscan asiento va disminuyendo. En una pantalla que hay en el escenario van apareciendo unos cuadros de Miró y luego una diapositiva con los retratos de una treintena de poetas. Poetas clásicos como Quevedo, Góngora o San Juan de la Cruz. Poetas modernos como Vallejo, Luis Cernuda o Nicolás Guillén. Y contemporáneos como Fanny Rubio. ¿Quién diablos es Fanny Rubio? Le pregunto a Ana que está justo al lado mío y me responde que por lo que sabe es profesora de una facultad de letras de Madrid.
-Pero sale justo después de Miguel Hernández.
-¡Hostias!
Nadia, sentada a mi izquierda, agrega:
-Pucha. Sólo hay tres poetas hembras y más de treinta poetas machos.
-Y no hay dominicanos – añado.
- Tampoco está Borges - dice una señora argentina que está más adelante y que se voltea para no darnos la espalda.
-¡Qué vergüenza venir invitado a la Argentina y no hacer ni un poemita de Borges! - exclama la del lado que se voltea también.
-Tampoco tiene poemas de dominicanos – le digo a la señora.
-¿Vos sos dominicano?
- Lo soy.
- Que linda es Punta Cana.
-¿Le gustó?
- Es divina.
Entonces se hace un silencio. Están a punto de empezar. Efectivamente, entra don Paco Ibañez y la gente lo ovaciona. Apoya una pierna en una silla y la guitarra en su rodilla. Empieza con las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique. Prosigue con poemas de Quevedo, de Góngora, de García Lorca. Del Arcipreste de Hita, de Becquer, de Jaime Sabines. Canta poema tras poema. Cuando llega a cantar el poema número trece, mi estómago se pone a gruñir. Para el poema veintidós tengo un agujero en el estómago y un dolor de cabeza incipiente.
- Por favor, que pare ya.
- Le falta Vallejo, Gil de Biedma, Goytisolo – señala Ana.
- ¡Mierda!
- Falta Alberti, Alfonsina Storni.
- No puede ser.
- ¡Dominicano, callate! - vocea una de las rubias de la fila de enfrente.
Ahora don Paco se ha puesto a hablar. Se refiere al imperio, a cómo el inglés se quiere apoderar del mundo, a que en todas partes nos obligan a hablar en inglés y a ver películas en inglés con subtítulos en español.
- Yo no soporto ver una peli doblada por españoles.
- ¿No?
- Me contaron en Madrid que hasta doblaron la telenovela colombiana el Cartel de los Sapos.
-¿Lo hicieron? Eso es terrible – comenta Nadia.
-Hay un imperio al que debemos derrocar – prosigue don Paco - Es un imperio que poco a poco se apodera del mundo, de la diversidad, de la cultura.
El público se pone eufórico y aplaude.
-¿Está hablando de los chinos? – pregunto.
-¡Callate, dominicano! – grita la rubia de la fila de enfrente y yo intento modular mi voz.
Don Paco critica los hispano parlantes que cantan las letras del Happy Birthday. De acuerdo a él, debiéramos proponer un Feliz Cumpleaños escrito en español y que nos identifique como hispanoamericanos. WAIT A MINUTE. “Celebro tu Cumpleaños” es una canción más trascendente que el happy birthday y fue escrita por un dominicano. Esa don Paco podría incorporarla a su repertorio. Pero en cambio, don Paco canta una versión suya de Cumpleaños Feliz que Virginia, que ha tomado el asiento de Nadia, encuentra tenebrosa y que el público tararea de manera agónica.
Tras cinco poemas más, algunos con acompañamiento del bandoneón, sondeo a las mujeres a ver si alguna me acompaña al restaurante.
-Ya viene el de Alberti - dice Ana divertida.
-¿El de galopar? Ese me gusta.
Tras dos poemas más dejo el auditorio como si estuviera enfermo del estómago. Afuera hay un grupo nutrido de desertores fumando y mirando hacia el rio. Believe it or not: la mayoría de los desertores son poetas.
2
Como era de esperarse, don Paco no asiste a la cena en el restaurante. Sin embargo, no paramos de hablar del concierto y del temor de que se aparezca con la guitarra en el restaurante y se ponga a tocar los poemas culinarios de Pablo de Rocka. Aunque estoy seguro que si de pronto don Paco atravesara la puerta del restaurante todos los poetas correrían hacia él para rogarle que musicalice sus poemas.
Mientras tanto la mesera y el mesero se aproximan con las empanadas, una botella de vino y una Stella Artois.
Al rato vuelven con platos de carne mechada.
-¡Mi madre! Carne de nuevo.
- ¿Comes poca carne? – pregunta Ana.
- Es que es mucha. En la isla lo que se come es pollo.
- ¿No se come pescado?
- No, pollo. Me encanta como lo dicen los argentinos: posho. Acecha, Gervasio, ¿prefieres el pescado o el pollo?
- El posho.
-¿Y tu Horacio?
-El posho también.
- Para ellos, yo digo poio – le secreteo a Ana.
- Tienen algo de razón. Casi no pronuncias la doble ele.
- Di pollo tú.
Lo hace y comprendo el punto de los argentinos.
3
En lugar de retornar con los poetas al hotel me subo en el taxi que Aníbal detiene y nos dirigimos rumbo a una milonga. A los pocos minutos llegamos a una especie de local. Aníbal explica que se trata de un centro cultural.
-Es un teatro. Dan clases de tango en la mañana. Deberías venir.
Pasamos al patio interior. En medio de este, rodeados de unas bocinas, hay alrededor de doce parejas bailando tango.
-Sentate ahí - dice Aníbal señalando una mesa vacía y recorre todo el local saludando a amigos y conocidos.
Al rato retorna con una Stella Artois y dos rubias. Aníbal saca a bailar una. La otra se queda a mi lado y yo le sirvo de la cerveza como si estuviéramos en un colmado de la isla.
- ¿Por qué la servís así?
- Es para que no haga espuma.
- ¿De dónde venís?
- De República Dominicana. Vine al festival de poesía.
- Ah, sos poeta.
- Sí.
- Decime un poema.
Me quedo mirando las parejas bailar. El tango tiene su magia. Es un baile muy erótico. Si uno sabe bailar salsa y tango puede dominar el mundo. La rubia mira a las parejas y dice:
- Mirá al de las rastas. El y su chica son los que mejor bailan.
- Eso veo.
Al rato la rubia vuelve a insistir:
- Decime el poema, dominicano.
Saco el cidi de El Hombrecito del bolsillo de la chaqueta ochentera y se lo entrego.
- Toma, rubia, para que me oigas recitando.
La rubia desenvuelve el disco y yo sigo mirando a las parejas girando hasta que suelto un bostezo. Entonces del otro lado de los bailarines veo a una comitiva que se acerca y entre ellos a Paco Ibañez sin su guitarra. Me doy otro trago de cerveza. ¿Qué más puedo hacer?
2 comentarios:
:) estas cosas pasan
C'est la vie.
Publicar un comentario