sábado, 22 de junio de 2013

CHUS PATO

Chus Pato lee y ana escucha


ALMORFE
Queridísima Cambria: ayer enterramos a Manolo de Almorfe, caminamos perdidos por la carretera hasta dar con el tanatorio, la antigua escuela de Ataraza a un kilómetro de Carballeira. Éramos pocos: los primos de papa, los que quedan vivos, algunos vecinos y los descendientes de mi generación: mamá y tía Nita se contaban entre las más jóvenes, tienen –como sabes— ochenta y setenta y nueve años. Subimos la cuesta escarpada hasta la iglesia parroquial; los primos franceses y la mayoría de los de mi edad no entraron para la ceremonia debido a sus ideas de izquierda, si lo hicimos Néstor, los primos alemanes y yo para no dejar desamparados a los ancianos que nos precedían. La iglesia estaba fría y húmeda como corresponde, el retablo evocaba en dorado y azul la heráldica campesina del desierto, el rito insoportable. Ante nuestro asombro Manolo fue enterrado directamente en la tierra, a muy escasa profundidad; en francés alguien preguntó si en Galicia no había cementerios civiles y rápidamente en catalán, en alemán, en gallego pasamos a un intercambio sobre las diferentes maneras de dar tierra a los difuntos en los respectivos países de procedencia. Sabíamos que este era nuestro último entierro y que por tanto tardaríamos en juntarnos o quizás nunca más habíamos de estar todos nosotros juntos; alguien recordó como el abuelo vendió el panteón pero ninguno de los mayores quiso dar respuesta al interrogante de esa venta insólita; se habló, para alegría de una de las más pequeñas de nosotros que no era sabedora, de la fidelidad a la república del abuelo de Almorfe y de como fuera perseguido en los años más duros del fascismo por sus convicciones y sus actos y así se suceden los cuerpos, así se dispersan las generaciones.

Tr. del gallego
Chus Pato

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