sábado, 3 de octubre de 2009

Retales sin aguja I


el fuego ilumina -desde la quemadura un sonido de alas sin pájaro pesa más que una montaña de huesos de la máquina queda únicamente un girar de manos mi suerte se echa sobre la carta de una baraja incompleta nada se abre paso a través de una grieta –y solo veo grietas entre mar y mar la orilla es sueño -pero es orilla la luz es ilusión y toda casa tiene una ventana encendida en cada partida -tu cuerpo se envuelve un poco más en el pañuelo




Dora Salazar


retales sin aguja II

me vive la contradicción de ser piedra y estar muda el jardín, leve como una pelea de almohadas, se cubre de sueños la soledad es un harapo que me protege del frío un ángel con traje de luces es aún más oscuro la palabra resuena en la campana desafinada del ojo ocurre que nada ocupa espacio entre la nada, y nada ocurre

de Sonia Bueno.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Intenso. Y luego ocurre la nada. Intensidad para la nada, tan vacía como la cabeza de una aguja sin hilo. Inservible.

Dr. Flasche dijo...

"soledad es un harapo que me protege del frío"

Realmente me parece una sentencia certera y precisa, una acusación directa a cierta comodidad dolorosa en la que a veces nos instalamos. Almenos eso leí yo...

me pareció muy interesante. Gracias por descubrirnos tantas cosas

Vladimir García Morales dijo...

Esa soledad, como el Dr. Flasche intuye también, es aún un privilegio, y, por tanto, habitable.

Puedo imaginar situaciones donde la soledad no protege del frío pero entonces esa palabra -cargada de resonancias románticas en su polisemia- deja de ser válida. Entonces la palabra es desamparo. Ningún harapo ya.

Pero mientras haya soledad hay un harapo al menos, sí. Hermoso texto.