jueves, 10 de junio de 2010



Motherwell
Elegía


Pan, espejo y paisaje: tres cartas 


                  Los elementos de la naturaleza se intercambiaban sus       propiedades, lo mismo que un arpa las cuerdas cambian      el carácter de la música siguiendo el mismo tono,


                  Metamorfosis de la creación, Libro de la Sabiduría, 19:18 

 
El aire y su luz. La ventana como testigo. El brillo platinado del destino que espera. El paraíso se proyecta en el cine ahora mismo (tal vez te vea y vayamos juntos). Las palmeras en línea, el público los huesos, reunidos en una misa fúnebre o en un bautismo.  Ojalá , hoja de olivo. Jala aire y toma en cuenta que la vida a veces nos perdona y nos permite mirar montañas, tomar sopa en la misma mesa.
                                          En nieve o en sol, somos de maíz.
                                    » 
Ya se fueron, ahora mismo me rodea el manantial, el aire, y los Tabachines que los rodearon. Ahora el sitio parece vaciado de algo, son ya retratos de cosas y no las cosas mismas. Es porque se han ido. Las estacas de bambú se estiran y sus crestas hacen ruido como los pájaros. Todo se roza, hombro a hombro se rozan las ramas y eso intensifica su ausencia. Es como si fuera domingo: sólo el pan está lleno de sí mismo. Y también es tuyo. Siempre ha sido el mismo. Yo no oigo la canción remota porque como te digo las crestas de los bambús están desatadas. Este es un territorio de huracanes. Es el golfo. Nadie aquí tiene cuerpo. Como yo. Tú sí tienes cuerpo y una novia como dos peces azules. Abajo del Tabachín miro el pan, lo huelo. Cuando pienso en ti pienso en un montón de trigo apilado. Entonces veo tu mano que tiembla, veo tu país en un espejo.
           
                   » 
      Se fue a Betania tras decir “de la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza”. El espacio que dejó es un paisaje nevado.  En una calle bulliciosa donde el ruido evocaba el color escarlata ví salir de tu boca palabras del Apocalipsis. Las calles de piedra parecían un pensamiento primitivo. Se asoman a la ventana un ciento de ojos. Se fue a Betania, le ondeaba la mata de cabello al viento. Ahora sostiene un mundo escarlata, serenamente, en una pintura del museo. Él es el ruido de una escoba en una iglesia. Tú estás ahora en el espejo de tu país. Herido de azul. Miras pasar las nubes bruscas que contienen llantos de recién nacidos. Retienen su hambre. La higuera del cielo sigue seca. El pecho de su madre está en el mundo. Su leche en la nieve. La madre come pan afuera de tu ventana. Los que paleaban la nieve se han ido pero mi corazón alcanzó a ganar tanto ritmo como para seguir latiendo. Recuerdo la página, “amarás con toda tu mente”. Y mientras miro nevar sé que la mente es un paisaje en el Golfo, una paisaje de Tabachines donde las casuchas son desmigajadas por huracanes. Huracanes con nombres de niño. En su horizonte se quiebra la línea rosa de los flamingos. Él ha vuelto de Betania, la higuera sigue seca, en la aldea el olor de las panaderías inunda las calles, los perros se ladran entre sí, desde sus azoteas. El azul desplaza al escarlata y en su tono cobalto yo imagino tus heridas. Las imagino con la mente. Con toda mi mente.


De Valerie Mejer

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