EN EL CLAUSTRO DE LA REVELACIÓN
Puedo imaginar el temor hostil de aquellos
peregrinos medievales a caer en el círculo conyugal de la Santa Compaña.
Así es el terror a perderse en las estancias extremas donde la vida es una úlcera de sal.
La Muerte se infiltra con su mirada seca y se alza invariable como la cobra que atisba los días extinguidos.
Así es el terror a perderse en las estancias extremas donde la vida es una úlcera de sal.
La Muerte se infiltra con su mirada seca y se alza invariable como la cobra que atisba los días extinguidos.
¿Dónde quedó la consigna de profanar las alcobas de los policlínicos para regalar revólveres con balas zodiacales siempre redentoras?
¿Dónde quedaron las horas de la serenidad, infectadas ahora por el olor de tantos tigres sacrificados en los tapices de otro tiempo?
Los poetas sueñan apocalípticos crepúsculos y los santos abandonan los hornillos para mezclarse con los espectros que pasean sus blasfemias por los parques
Y en el manicomio de la ciudad los ángeles oscuros predican el adviento de los días en los que ha de prosperar la enfermedad global de la indiferencia.
Llega el tiempo de escuchar los dictámenes clandestinos de la esperanza.
No sé si en los espejos de tus ojos arde la oración qué preludia las ventanas inaugurales de la infancia.
Ahora entiendo
que la eternidad es una regeneradora sucesión
de máscaras.
Xavier Lama
Tr. del gallego.
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| Lara Almarcegui |

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