viernes, 22 de noviembre de 2013




 
Alberto García Alix



Este libro está escrito en 1975, cuando yo era menos joven de lo que soy ahora. Han pasado los años – cinco, lorquianamente-, y han cambiado muchas cosas en el libro y en mí, naturalmente. Hay muchos poemas que he vuelto a escribir, otros que decididamente he suprimido y alguno –muy pocos- que ha quedado tal cual. Lo único que no he cambiado han sido las dedicatorias, tengo pocos amigos y no puedo permitirme el lujo de cambiarlos y no puedo permitirlo el lujo de cambiarlos o de olvidarlos. Los supercerdos somos así: extremadamente respetuosos con unos pocos, pero con nadie más.


Se supone que yo debería dar aquí unos pocos datos biográficos, para que se supiese quien soy. Lo haré: nací en Madrid, en la frontera entre Chamberí y Arguelles, el día 30 de abril –Walpurgisnacht- de 1948. Me críe de modo unpoco trashumante entre Madrid, París y Tánger. Publiqué mi primer libro –“Gay Rock”, se llamaba, y hablaba de música - en el 74 o 75, en Ediciones Júcar. Me dieron el premio de poesía de “Puente cultural” -25000 calillas que me gasté en borracheras- en el 76, por un libro todavía inencontrable. Pérdidas blancas. Y luego saqué otro, “De qué van las drogas” que me parece bastante sensato y periodístico. Lo publicó “Ediciones la piqueta”. Al mismo tiempo he estado colaborando en prensa: “Triunfo”, “El viejo topo”, “Informaciones”, “Pueblo”… han sido depositarios de mis desvaríos periodísticos.


Mi libro, tal y como ha quedado con el tiempo, me parece muy bonito. Habla de vampirismo, de amor – que es lo mismo- y de centauros. Adoro a los seres híbridos, a los humanimales que se evocan en la penumbra de los cuartos oscuros o bajo la luz anaranjada de las farolas tristes, y como de ellos y de ellos he querido hablar en estas páginas. Todas las influencias que se quieran ver en mi trabajo existen. Y también algunas más, soterradas. Escribo con música, generalmente con la radio puesta. Y siento mucho no tener una metralleta para escribir mis verdaderos cantos de amor a la humanidad; sería más práctico, más hermoso y – si tales poemas se escriben en el interior de un banco-mucho más lucrativo. Además, las ametralladoras son hermosas: guardan con la pistola la misma relación que la máquina de escribir con el bolígrafo. Por eso, aunque me sigue haciendo mucha gracia, pienso que mi libro no vale ni mucho menos lo que un buen asesinato, o el asalto al tren de Glasgow. Por eso aconsejo a todos los jóvenes poetas que dejen la escritura idiota y se echen a la calle a hacer algo divertido. La violencia es lo único que puede salvarnos del aburrimiento y de la muerte del arte.”


“EL ACTO SURREALISTA MÁS SENCILLO CONSISTE EN SALIR A LA CALLE CON UN RÉVOLVER Y DISPARAR AL AZAR SOBRE LOS TRANSEÚNTES”. André Breton


“Epílogo, epitafio y autobiografía”. Eduardo Haro Ibars. Madrid Huerga y fierro ediciones. 2001.

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