miércoles, 20 de noviembre de 2013



No oculto que al escribir La historia interminable intenté enlazar con ciertas ideas del romanticismo alemán. No fue por dar marcha atrás, sino porque en dicho movimiento abortado hay semillas que necesitan germinar. Desde Newton nos hallamos cruelmente divididos en dos mundos: el de los objetos, llamado real, y el supuestamente ilusorio del yo. Para no seguir siendo un extraño, el hombre debe aprender de nuevo, como Goethe, a llamar de tú a la Luna.






Roswitha Quadflieg

3 comentarios:

vacaciones en abisinia dijo...

Parece ser que la novela original es bastante más profunda que la película, que el mismo novelista le gustaría enterrar bajo la tierra, dice.

Unknown dijo...

De pequeño quemé el vhs donde mis padres grabaron la versión de Petersen, llegó a ser algo enfermizo. Así fue mi primera vez en un psicólogo. Luego leí la novela y comprendí por qué a Ende le pareció un truño, aunque yo sigo llorando cuando veo la secuencia donde Artax se hunde en el pantano de la tristeza.

Cuídate, Ana.

camaradeniebla dijo...

Todos lloramos cuando murió Artax, el caballo de Atreyu.
La novela es maravillosa.
Gracias, majos, por los buenos deseos.