jueves, 19 de junio de 2014



Gibran Jalil Gibran


Ramadán

Mi madre olvida alimentar a sus animales
porque es la única justicia.
Se precipita hacia ellos
cuando escucha a los gallos roncos cantar
y el topetar de los machos cabríos
sobre el último  pienso.

Este mes la luna se convierte en una princesa.
Las estrellas se abanican,
Júpiter vierte copas de vino,
Marte canta melancólicos mawals,
hombres barbudos sostienen sus rosarios
los libros amarillos apuntan hacia ella
y dedos doloridos apuntan a la cintura de ella.

En nuestra casa rompemos el ayuno
con las fechas de Huun
y vasos de suero de leche.
Entonces en las tazas de sopa de cordero
condimentada con menta, bandejas
de hojas de parra rellenas,
de habas aliñadas
con aceite de oliva y limón.
Es solo ese el comienzo.

Los espíritus de Johnny Walker y de la ginebra
acechan en los maleteros de los Peugeot blancos.
En los clubs nocturnos de mi ciudad, los camareros
solo sirven cerveza sin alcohol
y las bailarinas de danza del vientre se cubren.

Padre de dieciséis hijos, nuestro vecino
all visitarnos trae dos kilos de baklava                        .
Lo acompaña con una docena
de tacitas té de salvia salvaje.
Antes del alba, acude con urgencia
a sus dos mujeres, ambas llamadas Salma,
y las ama con prisas,
sus manos apenas rozándoles los pechos

Khaled Mattawa.


Tr, del inglés.
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