domingo, 22 de marzo de 2015



Ella me enseñaba a leer
en un libro vencido,
un libro de horas
para el traspaso
del año. Ella enseñaba
el final de la página
en ciernes y de la voz
que habla. Aprendí
de su mano el giro
de los trazos y cuando
aparece el pecado
mirando feliz desde
la galería oeste.
Pero la clase más agria
la que concluye y calma
toda sabiduría, ésa
se daría más tarde.







Esperanza López Parada

Carlos Pazos

1 comentario:

Vladimir García Morales dijo...

Qué maravilla. Gracias por el regalo de tantas cosas que nos dicen, de una forma o de otra.

>Pero la clase más agria
>la que concluye y calma
>toda sabiduría, ésa
>se daría más tarde.

Qué humanísimos versos. Todo el poema es de una ternura cósmica envolvente. Como un icono ruso: Si uno se asoma aquí ve realidades no sensibles.