sábado, 14 de junio de 2014
viernes, 13 de junio de 2014
miércoles, 11 de junio de 2014
lunes, 9 de junio de 2014
sábado, 7 de junio de 2014
viernes, 6 de junio de 2014
miércoles, 4 de junio de 2014
En la primera media hora, se presenta una recreación sobre los fragmentos de Parménides en la traducción de Agustín García Calvo, y la lectura en griego de Bernardo Souvirón.
En la segunda parte, se abre nueva sección en la que hoy se escuchará una lectura de “Cámara de niebla”, el blog de la poeta Ana Gorría, y como revista histórica, de Favorables París poema, el Presupuesto vital con el que abrió Juan Larrea. Y para terminar, algunos documentos curiosos del mítico archivo Lomax
Muchas gracias a Pilar Martín Gila y a Sergio Blardony por darle un espacio a la cámara en su espacio.
Aquí podéis escuchar (me) leyendo el post del 12 de febrero de la cámara. Grabado ha quedado gracias a la generosidad de Pilar y de Sergio.
Disfrutemos de Doble fondo, para seguirlo en todos sus pasos.
DOBLE FONDO PROGRAMA 10
martes, 3 de junio de 2014
lunes, 2 de junio de 2014
domingo, 1 de junio de 2014
sábado, 31 de mayo de 2014
jueves, 29 de mayo de 2014
miércoles, 28 de mayo de 2014
domingo, 25 de mayo de 2014
viernes, 23 de mayo de 2014
miércoles, 21 de mayo de 2014
Querer
Ella quiere una taza llena de tazas y fantasmas
de las lesbianas del siglo pasado; Yo quiero
un impecable apartamento, un ordenador rápido. Ella quiere un hogar
tres cuerdas de ceniza, un hacha; Yo quiero
un hornillo de gas limpio. Ella quiere una hilera de tarros:
avena, cilantro, aceite virgen;
No quiero guardar nada. Ella quiere frasquitos de perfume,
ropa de cama, de bebé, libros de recuerdos. Ella quiere las reuniones
de Wellesley. Yo quiero la reluciente tarima, la reflexión
del río. Ella quiere las gambas, el sudor y la sal;
Ella quiere chocolate. Yo quiero un raku,
de arroz cocinado al vapor. Ella quiere cabras,
pollitos, niñitos. Llantos y lactancia. Yo quiero
que el viento refrescante del río limpie las habitaciones.
Ella quiere cumpleaños, teatros, banderas, peonias.
Yo quiero palabras como láseres. Ella quiere la ternura
de una madre. El tacto anciano del río.
Yo quiero una mujer de ingenio rápido como una raposa.
Ella está en su ciudad, paseando
con el perro, escuchando el tañir de las campanas del viento, pensando
en los doce años de querer, aparte y a la vez.
Nos hemos besado todo el fin de semana; queremos
alejarnos cientos de millas e intentarlo de nuevo.
lunes, 19 de mayo de 2014
Reunión
Justo cuando se transforma sí mismo , El final de la eternidad lo transforma.
Mallarme
En el fonógrafo, la voz
de una mujer ya muerta hace tres
décadas , que canta sobre un hombre
que podría obligarla a la nada.
Sobre la mesa, dos frágiles
copas de vino negro ,
una botella envuelta en su toalla.
Es esa habitación, la
reservada en cada ciudad , es
como lo recuerdo : la cama, un haz
de luz lunar y las almohadas .
Mis uñas, picotazos de luz
sobre tus muslos .
El hedor de la escalera de incendios.
Las colillas de cigarrillos húmedos
Aplastados uno tras otro.
Cómo observé que venía la mañana
mientras dormías , más como mi niñito
que un hombre diez años mayor .
¿Cómo se sienten mis pechos , años
más tarde, las lenguas que susurran
en mi vestido, algunas tuyas , algunas
de otros hombres?
Desde entonces , siempre he
despertado primero , he aprendido
a dejar la cama sin ser
vista y he permanecido
en los lavabos , limpiándome el aceite
y la sal de la piel,
mirando cómo el agua se comba
entre mis manos .
He conservado todo lo
que me susurraste aquella vez .
Lo recuerdo ahora que te veo
una vez más, cómo tanta ternura
pudimos acuñar entre una escalera
y un arresto , o cómo fue ,
cómo lo sigue siendo , en la voz
de una mujer que canta sobre un hombre
que podría obligarla a la nada
sábado, 17 de mayo de 2014
Arquitectura desfigurada
Caminé a través de la naturaleza
hasta lo sucesivo. Los niños
corren en la sombra sin supervisión.
Las fuentes del siglo pasado aprenden
a no decir mentiras. El riesgo
es identificarse con solo un elemento desde
la propia muerte,
pero en el aire estival alrededor
de cada pensamiento, algo
se construye y se esquiva. Vas
a través de un arco
y no es el arco,
solo el infinito de la forma,
la curva de la curva del devenir,
una frase rastrea
el aporcelanado alivio del futuro.
Como otros vestidos como
otros que suponíamos
que conoceríamos. Los ciudadanos caminaban
aquí sin decepción, al no ver
ni estatuas ni palacios
de once ejes, pacientes
en el sinsentido del calor.
Caminé a través de la naturaleza
hasta lo sucesivo. Los niños
corren en la sombra sin supervisión.
Las fuentes del siglo pasado aprenden
a no decir mentiras. El riesgo
es identificarse con solo un elemento desde
la propia muerte,
pero en el aire estival alrededor
de cada pensamiento, algo
se construye y se esquiva. Vas
a través de un arco
y no es el arco,
solo el infinito de la forma,
la curva de la curva del devenir,
una frase rastrea
el aporcelanado alivio del futuro.
Como otros vestidos como
otros que suponíamos
que conoceríamos. Los ciudadanos caminaban
aquí sin decepción, al no ver
ni estatuas ni palacios
de once ejes, pacientes
en el sinsentido del calor.
Brenda Hillman.
Tr. del inglés
Tr. del inglés
Solano Benítez |
jueves, 15 de mayo de 2014
Sin título]
MI ABUELA tiene las manos en el mismo sitio que yo,
al final de los brazos.
Se las mira con calma.
Tienen algunas manchas y restos de tierra.
Su falda negra forma pliegues raros, diría que vegetales,
llegan casi a tocar el suelo.
Pienso que si lo tocasen tal vez germinarían.
¡Imaginad una corregüela de pliegues negros!
¡Pliegues vegetales! ¡negros pliegues!
¡tejidos de pliegues! ¡senderos plegados!
¡creciendo por todas partes! ¡pliegues!
Los pliegues de la falda negra son un final.
Dicen en su nueva forma de corregüela negra:
“Aquí termina un luto”.
La falda se aleja del suelo unos centímetros.
El luto nunca toca la tierra.
Las manos de mi abuela sí la tocan.
Desde el final del brazo tocan la tierra,
la surcan, la remueven con todos los dedos,
con todas las manchas.
Aunque tengo las manos en el mismo sitio que mi abuela,
al final de los brazos;
no puedo tocar la tierra de la misma forma,
no puedo surcarla ni removerla.
Me temo que tampoco puedo colgarme un luto
y dejarlo a unos centímetros del suelo.
No podría hacer que se quedase ahí suspendido,
ni hacerlo callar.
Mi luto se escurriría quejumbroso
queriendo embadurnar el mundo
con la punta negra de su nariz.
Teresa Soto
MI ABUELA tiene las manos en el mismo sitio que yo,
al final de los brazos.
Se las mira con calma.
Tienen algunas manchas y restos de tierra.
Su falda negra forma pliegues raros, diría que vegetales,
llegan casi a tocar el suelo.
Pienso que si lo tocasen tal vez germinarían.
¡Imaginad una corregüela de pliegues negros!
¡Pliegues vegetales! ¡negros pliegues!
¡tejidos de pliegues! ¡senderos plegados!
¡creciendo por todas partes! ¡pliegues!
Los pliegues de la falda negra son un final.
Dicen en su nueva forma de corregüela negra:
“Aquí termina un luto”.
La falda se aleja del suelo unos centímetros.
El luto nunca toca la tierra.
Las manos de mi abuela sí la tocan.
Desde el final del brazo tocan la tierra,
la surcan, la remueven con todos los dedos,
con todas las manchas.
Aunque tengo las manos en el mismo sitio que mi abuela,
al final de los brazos;
no puedo tocar la tierra de la misma forma,
no puedo surcarla ni removerla.
Me temo que tampoco puedo colgarme un luto
y dejarlo a unos centímetros del suelo.
No podría hacer que se quedase ahí suspendido,
ni hacerlo callar.
Mi luto se escurriría quejumbroso
queriendo embadurnar el mundo
con la punta negra de su nariz.
Teresa Soto
/kollwitz |
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