domingo, 16 de marzo de 2014

LOS SECRETOS DE LO VACÍO Y DE LO LLENO

Calentaba su lengua al sol
metía su dedo meñique en la tierra hasta verlo florecre

cada vez que tenía frío se frotaba las manos
cada vez que se moría se ponía los zapatos
cada vez que se peinaba cerraba las puertas con llave

cada vez que corría se miraba al espejo
cuando observaba el agua ella formaba círculos
cuando desabrochaba sus tirantes sus piernas caían.


Gellu Naum
versión de Leopoldo Rodríguez Alcalde


Jack Herald



TALIÓN

Ojo por nariz diente por flor
caballo por sangre hombre por fruta
y después existía esta casa infinita
y el cuchillo como grito de agua
había muchos cajones llenos de niebla
había una silla que nos parecía una virtud
había cajas de cartas llenas de hojas
y los pies y los zapatos y la melancolía
y algunas palabras en  un tubo de madera
no sé dónde ni sé por qué
todo se compensaba se compensaba.

Gellu Naum
versión de Leopoldo Rodríguez Alcalde


viernes, 14 de marzo de 2014

Las palabras abren las palabras.
Es así como se crea el territorio.

Las palaras abren las palabras.
Sin más rodeos
que el de empujar una puerta
con la mente puesta en las estrellas.

¿Dónde, cuándo terminará esa caída
en el pozo sin fondo de la indeterminación?

Esto también debe acabar.

El mirar se relaciona con la sombra
de la misma forma que los dientes se relacionan con la carne.

Julio Monteverde



Richard Deacon







Una presión muy suave en las falanges
señala el borde de una playa entre la niebla.

La luz multicolor que brilla en tu muñeca
extiende nuevas líneas en la palma de la mano.

Las noches que vivimos.
Así comienza la reconstrucción.

A donde vayas
siempre encontrarás abiertas las puertas de la lluvia.

Julio Monteverde

miércoles, 12 de marzo de 2014

La ciencia melancólica de la que ofrezco a mi amigo algunos fragmentos, se refiere a un ámbito que desde tiempos inmemoriales se consideró el propio de la filosofía, pero que desde la transformación de ésta en método cayó en la irreverencia intelectual, en la arb itrariedad sentenciosa y, al final , en el olvido: la doctrina de la vida recta. Lo que en un tiempo fue para los filósofos la vida, se ha convertido en la esfera de lo pr ivado, y aun después simplemente del consumo, que como apéndice del proceso material de la producción se desliza con éste sin autonomía y sin sustancia propia.

Minima moralia.
T.W.A

lunes, 10 de marzo de 2014



De polvo como yo.

De polvo como roca
convertida en ejército de azores
que salen de tu boca
de muerte y de colores
que lento van calmando mis dolores.

Empiezas a girar
con cuerpo de panal de mil abejas
lanzadas al azar.
Pero al pasar me dejas
aurora atravesada en las orejas.

La luz era una flor
de sangre como lo es la voz vertida
con alma y con temor:
es una flor la herida
creciendo bajo piel amanecida.

Un manantial silente
de párpados y boca figurada
que irremediablemente
con labios de la nada
transforma al amador en cosa amada.

En la mañana ida
peonza de tu aroma y de tu ruido
que acaba con mi vida
tan solo con sonido
de polvo de tu cuerpo me has herido.

De polvo como yo, pero de polvo.
Madrid, 7 de agosto de 2013.
Victor Sierra Matute
Eiko & Koma 


sábado, 8 de marzo de 2014

Estás

Estás ahí hasta cuando no estamos
pero no me doy cuenta.
Con tu paz instalada.
Con tu eterna paciencia.
Con el confiado elenco de cosas por decir.
Hay volutas de humo sobre la cara insomne
que diluyen los rasgos en un dibujo vago.
Te entreveo al bajar de mañana a mañana.
Sé que eres tú, que aguardas
y por eso te olvido al momento de amarte.
Hay hélices de incienso en la casa dormida
que deslíen las horas, macerando los vuelos.
Te distingo al bajar de mañana a mañana.
Sé que eres tú, que aguardas,
y por eso te olvido después de cada noche.
Estás ahí hasta si yo me he ido
pero no me doy cuenta.
Con tus ojos valientes.
Con tu almohada de espejos.
Con los adioses breves que me dirás un día.


Ester Bueno.

Tom Wesselmann

jueves, 6 de marzo de 2014



Aliméntalo

con miedo

dale pájaro

con la mano

dale pájaro

para que duerma

siempre

a pesar del cuerpo







Estoy segura de mis miserias

(Son mías)

Lo más carne de mi corazón

Por lo bajo de esa carne aprendí a comer

Por lo bajo de esa carne aprendí a cantar

(Mis ojos están acostumbrados a guardar a guardar a guardar)

He jurado no quitarme el collar de perlas

No vaya a ser que me quede quieta cuando se abra el cielo

No vaya a ser que la flor sea perfecta

No vaya a ser que se me cierren los párpados

El corazón mío me devolverá

Estoy segura de mis miserias

(Son mías)

Ave apurada

Ave de mí







El amantísimo

rozó mi frente y oscureció mi nombre.


Patricia Guzmán



Rachel Whiteread

Jugando en las vías del tren.
No hay tren, ni siquiera ha pasado.
Los sueños no se hacen
de horizonte armado.
Ni el futuro se encarrila,
¿paisaje triste?
Ella camina jugando,
soy yo, las traviesas me hacen traviesa,
peor, las vías son tristes,
¿son vías muertas?
Yo soy la portadora de todo el color.
Y me río cuando tropiezo.

El único tren que pasa
es el tren de los sueños.
Y en ese vienes conmigo.

Karlotti Valle.



viernes, 28 de febrero de 2014



Oración de los insaciables



Recuerdo haber dicho
que detesto los rompecabezas,
el tiempo que muere
mientras se arman,
y una vez concluidos
mirarlos
-tristemente-
como quien sabe que sus días
se escapan por una ventana
y no puede detenerlos.
Por eso pido
que la vida me llegue completa
que se me vierta el mundo,
que la luz me acose,
que tenga las manos tan llenas
y que su peso sea tan grande
que no pueda soportarlo. Amén.


Ana Milena Puerta

Cezanne

miércoles, 26 de febrero de 2014



9



Mi infancia,

costa poblada de pájaros y peces,

pequeños ermitaños caminando en las bolsas,

paso tras un cardumen,

mariposas azules,

medusas encalladas en la playa como barcos en ruina



Mi infancia,

un mar vaciado con un vaso,

tronco amarrado a voces de un naufragio.


Rodolfo Dada

Dara Scully

lunes, 24 de febrero de 2014



MIEL QUE REBOSA

Por muy poca que sea, siempre es mucha.

Igual que un disco de vinilo
de untuosos surcos
al que se han desmadejado las revoluciones,
la miel que se derrama es cacofónica;
y como un reloj de pared a cuyo péndulo
mordió la artrosis,
mancha los ojos,
los embadurna
con lenta taquicardia,
la más veloz parálisis.

El cedazo del aire no retiene
sus ansias de derrumbe amontonado.
En un error de cálculo,
rompiendo las costuras y la incógnita
de la ardua ecuación mal planteada
(cuánta distancia entre la embocadura
y el flotante panal que la rellena
con su impávido chorro
–si es que puede llamarse chorro a eso,
a su ambigua caída
no menos vacilante que resuelta–),
la densidad desborda,
se vengan las abejas de su expolio,
escapan de la celda preparada,
aplican un ungüento que ya duele
antes de sembrar la picadura.

Y viéndola caer, como a cámara lenta
un conductor que impacta con su coche
la escena en la que es protagonista,
allí queda apresado el desamparo
de sentirnos la mosca que, impotente,
mueve sus patas para nada,
para nada las alas. Pegajoso
ámbar donde se bate antigua rabia,
ralentizada,
no es hueso ni carne: es el cartílago
en torno del oído que ensordece
vencido por la sed del maremoto,
ganado por el hambre del seísmo.

Ni sólido ni líquido.
Ni excremento ni orina.
Ni oro ni cemento: anfibio, sierpe
vertiéndose lasciva por el tarro,
que arrastra su catástrofe viscosa;
los lábiles barrotes de una cárcel
que se extiende por fuera, no por dentro.

En álgebra de materiales suspendida
mientras desciende,
acredita la furia, la torpeza,
pese al pulso tan firme como inútil.
Se desmorona.
                           Y cumple
su ley de gravedad atenuada,
si inexorable,
que va pasándole la lengua
a toda superficie a que se adhiere
y que abandona
dejando en retaguardia a sus secuaces,
su desfile pardo, su sombra
larga como al caer –también ella– la tarde.

Su eco monosílabo insistente,
su dorado diptongo
entre labios fruncidos que la besan
y un hilo consonántico, una coda
como alfombra dulcísima,
empalagosa

y, en el trasvase, amarga.



Antonio Rivero Taravillo

Walker Evans

sábado, 22 de febrero de 2014




Villa Adelina

Acá el vientito trae una cumbia tranquila a upa
Acá el zapallo y el tomate se dan guachos en los patios de tierra
Acá los parásitos escriben partituras en el tejido de púas del ejército
Acá ese tremendo eucalipto te hace bajar un cambio para que veas allá arriba la galaxia escorada de los loros
Acá la artemisa crece tierna para amargar el mate y orinar lo turbio
Acá las matas rompen la vereda y conversan como señoras demorando la vuelta del mandado
Acá la gente tiene ponis y carpinchos con nombre que traen de la isla
Acá los chicos pasan en bicicletas enormes que solo pueden pilotear parados
Acá hay un club de fútbol: “Don Salvador” con la casaca brillante como el pasto
Acá hay un lindo trueque, en la placita, donde las mujeres renuevan el vestuario
Acá los hombres aparecen trepados al techo de las casas y los hijos les alcanzan el balde con la mezcla
Acá se saluda, hola, ¿qué tal?, buen día


Fernando Callero.

Chris Killip

jueves, 20 de febrero de 2014



La imprevisión

es falta de esperanza,
es desnivelar la balanza
pensar que nada le va a ocurrir
a quien propone mantener
una correspondencia con el mundo
en donde todas las faltas
y desatenciones intelectuales
corren por su cuenta y cargo,
además adopta los adjetivos
que menos corresponden al sujeto,
la falta de lógica más elemental;
a ninguna cosa por su nombre llama,
nombra en forma solapada a quien más ama
y aunque sea del todo impostergable
nada registra con apodo perdurable
e incólume, siempre igual a sí mismo
llama a la imprevisión con eufemismo:
“Despertar en lugares imprevistos,
ni siquiera en sueños entrevistos”.


Eduardo Ainbinder.





martes, 18 de febrero de 2014



Comería tu alma
como quien come un huevo
dulce
nuevo
perfecto microcosmos en su óvalo de nácar.


Gota de oro
mandorla
comería tu alma sin cáscara
tu alma sin cucharas
sin caducidad.


Eterno desayuno de la niñez de aldea.


Sin querer y sin querer saber
las nigromancias de la tersura
qué oscuro diablo esconde
ni milagroso sabor
sin llegar a adivinar siquiera
qué fue antes:
tu alma
o la gallina.


Estíbaliz Espinosa


Katynka Bok

domingo, 16 de febrero de 2014

viernes, 14 de febrero de 2014

CONOZCO EL AGUA

Conozco el hambre del agua cuando duerme
entre estrellas en una charca oscura.
Conozco la vasija donde se hace el hombre,
el brillo de los renacuajos que lamen la luz,
las extrañas visiones de la niebla,
las edades del agua,
la fuerza del agua esculpiendo el mundo,
la humildad oscura transformada en diamantes.
Lo que siempre comienza.
lo que nunca termina.
Lo que canta en el agua.

Ester Folgueral



Edward Burtinsky

jueves, 13 de febrero de 2014

miércoles, 12 de febrero de 2014

POESÍA CONTEMPORÁNEA EN ÍNSULA



RESPIRAR COMO UN RÍO CONTRA TODO LO QUE DESAPARECE
En una breve nota al sesgo , Marosa di Giorgio apunta con extraordinaria precisión:  Se oye una conversación lejanísima en en el horizonte; es en voz baja,pero se oye claramente aquí.  Abordar la temática de la propia escritura poética nos introduce en esa dicotomía de la presencia absoluta, radical, tal vez huella del sonido de un pensamiento que se ha situado dos tonos por encima o dos tonos por debajo de la propia habla. Responder a la exigencia de formular una poética implica sobrevolar las distintas estrategias que he adoptado para organizar mis conflictos frente al mundo a lo largo de las textualidades que en mi breve vida he desarrollado con el miedo que supone la posibilidad de abordarse tautológicamente.
De Gracián a Blanca Varela, de Dickinson a Aldana no son pocos los creadores en los que me he mirado con la esperanza del reflejo entusiasta. El principal arraigo de la poética, en consecuencia, no es tan solo su escritura sino el laberinto extraviado de reflejos donde ese yo incipiente, sentiente se dispone a darle forma a su propia soledad a través de una palabra que es capaz al mismo tiempo de dejar testimonio de lo incierto y huella de lo visible. Respirar como un río contra todo lo que desaparece, he dejado dicho en uno  de los poemas que componen el texto la soledad de las formas.
La palabra poética, dicha en voz baja –como quería Marosa di Giorgio- aparece como el propio temblor de la carne, en el límite, pulsando el núcleo social del idioma que constituye el lenguaje común: donde dijimos límite es orquidea, también dije. Mientras tanto el ritmo organiza el temblor de la carne del pensamiento que fluye en el poema, contra la gran ofensa del mundo (Pasolini). Los personajes del poeta, la máscara del poema es su propio ritmo necesariamente siempre fundador, iniciador:”el tiempo, un viento blanco, que entretiene las formas cada vez que dedica sus manos a la noche”.  De todo esto se deduce, cuanto menos, una observación práctica. Escribir un poema por incomodidad. Por insatisfacción. Buscar orden donde no lo hay. Forma donde no encuentro. Silencio donde hay ruido. En el reino del agua no hay fronteras. Dejé dicho en Clepsidra. El sonido del poema, en consecuencia, como sonido del pensamiento que es brota del cuerpo. Viene del temblor y suspende en su humildad, como el pequeño dios de Pound, los ritmos del afuera y del adentro: Recogimiento/ voz/ que alumbra las paredes./Primavera en secreto.
El poema,además, al ser temblor es un gesto verbal que puede ser documentado o no. De ahí, el libro como depósito, como acumulación. Nunca como un documento o un archivo. El poema, el más vivo de sus congéneres literarios, irrumpe con la fuerza de la vida del gesto solo de la comunidad. Va, como la propia entraña: golpe tras golpe / como pólvora seca/ sobre la escarcha. Siendo motor y huella de una organicidad que se sabe improbable en el murmullo pavoroso de la ciudad. La poesía no es abstracta, es carne del pensamiento: el cuerpo que se duerme en el rumor del pájaro/ no es esta voz no es este tono lejos se agrupan/ límites sueños islas somos lo que nos ciega/ pasarán sin embargo los vértices las tercas/avenidas sin dueño sobre el telón del ojo/ del sonido en la piel las torpes transparencias.  O, como dice Julia Castillo, He fabricado/ mirar./ Lo que se escucha.
La necesidad de jugar con ese sonido, liberarlo del proceso instrumental, de las adherencias de lo común convierte además el verso, cualquier verso, en uno de los mayores espacios críticos que se le puede ofrecer al idioma: propiedad y pertenencia frente a las neolenguas que atraviesan nuestro cotidiano. La palabra es el poeta, como dice Eduardo Scala. Jugar sin jugar. Conjugar. En ese espacio de la maravilla, desde el centro del cuerpo, organizándose frente al mundo como un caballo de ajedrez (no de batalla) surge el espacio milagrosos de la poesía: Como el que come arcilla, pan y barro.



Aquella fantasía.

Aquel noa banderas.

Aquella finge dataciones.

Aquel ensalza gran obrero.

Aquella funde mares, galaxias.

Aquel trastoca conversaciones.

Aquella vive a costa del calor.

Aquel ríe mañana y tarde.

Aquella volatiliza odios.

Aquel preguntón.

Aquella quintaesencia.

Aquel salta a pasos alegres.

Aquella funda partidos políticos.

Aquel es infiel a partidos políticos.

Aquella llora sólo de emergencia.

Aquel armónicas y guitarras.

Aquella pide amor amor.

Aquel fondea barcos.

Aquella filosófica.

Aquel optimista.

Aquella fresa.




Aquel NIÑO. Aquella NIÑA.

Álvaro Guijarro


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