sábado, 21 de noviembre de 2015

La doble escritura

Todo está haciéndose en su propia sombra,
marcando dos sentidos, tentando dos acciones.
Basta con darle vuelta al verde de una hoja
para apreciar el mapa de sus nervios.


Ardores

¿Qué pensamiento nuestro
no es como la bengala
a punto de caer entre las aguas?
¿Qué palabra, qué acción,
qué vida no?


Javier Vicedo Alós


sábado, 3 de octubre de 2015


"¡Ay! ¡Ay! "- Canta la sierra. "
El alba se puso en el bosque.
Se calentaron los campos marchitos,
Se ruborizó el río.

Mientras la gasolina no se agota,
el tañir fresco:"¡Ay! ¡Ay! ",
se mece la espesura  de las tierras bajas
con la invasión de las olas

Mientras el tractor voluminoso,
se balancea, se aleja,
subimos sobre Bogobabem
los humos de los baños sabatinos...

Al dormir con un sueño habitual
bajo el peso de la espalda,
Oí el tañir monótono
de cuerda, de ola, de sierra.

Ya todas las afueras dormían,
creando el sueño útil.
campos apacibles
y mares tormentosos.

Ya en el sueño con un nombre simplón,
se congeló la sustancia.
todo lo que ven todos,
y nada más.


Solano Benítez

La luz a través de las ramas serenas pende.
El último tren silba en alguna parte.
Las sombras estiran sus cuellos blancos
al atravesar
la noche Estigia.

La astucia de mi casa se oculta con rareza,
la toga que se cose hasta los tobillos,
como el sudario de algún paseo,
me refugia
y soy nadie.

Me amarré al arbusto del saúco,
los cardillos se han amarrado a los sueños oscuros
con las hojas derramadas en la luminosidad vana
pálida e insípida
del sabor del rocío.

¿Quién es el que a la habitación ha traído leña?
El crepitar de las cerillas, el sonido del balde...
En los sollozos frágiles del viento lejano
solo la veranda
se me revela.



Nicolai Baitov.
Tr. del ruso

jueves, 27 de agosto de 2015



Futuro.  Época en que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son leales y nuestra felicidad está asegurada

Paciencia.  Forma menor de la desesperación, disfrazada de virtud.

Placer.  La forma menos detestable del tedio.



Ambrose Bierce




martes, 25 de agosto de 2015

Libro de canciones de Mozart

Fuera en la Avenida Fremont, nieve
negra y no hay cosa como una
peluca blanca o un enfermo de amor violeta
que canta hacia afuera el corazón. Mis pulmones
dolían, con la respiración y la dulzura
dura de palabras extrañas. Veilchen,
Mädchen, mi hermano les habló
para mostrar cómo mi lengua era una puerta
que podía abrir secretos. Presionó
las llaves hacia la mitad, para dibujar los más suaves sonidos
desde la honestidad, y lo que él amaba
yo lo amé. Esa fue mi fe entonces.


Joan Larkin
Tr. del inglés




Anne Teresa De Keersmaeker

domingo, 23 de agosto de 2015


En lenguas

1.


Debido a que usted no ha hablado
en tanto tiempo, la lengua tropieza y tartamudea,
se atasca en el techo y en el piso como si la boca fuera solo
una casa en la que se puede errar como un cuerpo en sí mismo.

Usted una vez se enamoró de un hombre tan alto
que a veces se subía a una silla para darle un beso.



2.

¿Qué quiere decir cuando alguien dice:
“Eres taaaaaaaaaaaan musical”, coge su tartamudeo para tambalearte,
coge su tambaleo para pavonearte,
coge su intento e inténtalo de nuevo por la voluntariosa y juguetona desviación.

Te hace que no quieras darle un toque
al silencio para perderte la cara de la percepción.

3.
Ni siquiera es mañana o temprano,
aunque el sol arriba dice “día” y ha sido
asombroso lange zeit gegen una cierta
calma desalentada que no podemos dejar de llamar muerte.

Aunque la calma sugiere la posibilidad
de menos muertos, de movimiento, de todavía ser.

4
¿Cómo alguien que invoca su música
díficil, que invoca su expresión entretenida piensa
que no hay entonces ese nosotros,(¿quién guarida nosotros?), recuerda/
rastrea en nuestras permutaciones de decir.

¿Qué desproporcionadas presunciones preceden y
siguen a cada palabra, cada ser, cada más amargo ir siendo?

5.
Estos bostezos en los que entras como en un puerto.
Ven. Ve. No digas los oceános vocales que nos introducen en cada uno
de nosotros, a diferencia de cualquier barco que fue o es conducido.
Un hábito de lugar y el lugar de un cuerpo.

¿Qué coro de extremidades y deseos, de cojeras
que se detienen en cada pie silábico tocando sus códigos crónicos?

Tonya M. Foster
Tr. del inglés

Amar Kanwar


viernes, 21 de agosto de 2015

Colinas oscuras

Colinas oscuras por la noche en el oeste,
cuando la puesta de sol se cierne como el sonido
de unos cuernos de oro que cantaron por el descanso
de los viejos huesos de los guerreros bajo tierra
lejos ahora de todos los caminos rotulados
cuando parpadean las legiones del sol,
que se desvanecen, como si el último de los días
desapareciera, y todas las guerras estuvieran conclusas.

Edwin Arlington Robinson

Otto Dix

miércoles, 19 de agosto de 2015

Patsy Cline


Ella está en el desierto
para liberar las cenizas de su padre,
las cenizas de su hijo,
o las cenizas del mundo. Ella no está

en lo que observa. La extraña estrella de mar.
No le pertenece. Una aguja brillante enhebra
una nube a través del cielo. Hay suficiente sol,
hay vida más allá. Su propio cuerpo, una columna de ceniza.
Me caigo en pedazos, dice ella. Desleal

nimbo, pensamiento infiel. En mi vida,
he perdido dos hombres. Uno por la muerte,
inevitable. Otro

por error: un desperdicio. El lloró
desde un estado del norte,
el hambre demasiado fría
para el conocimiento humano.

Una vez fui una mujer sin nada que decir.

Nunca dije y el polvo vuelva a la tierra.
Nunca me he despertado en el desierto.
Dije
¿quién libera a quién?
Inevitablemente, todos saben
lo que sabe el desierto. Nadie
contará lobos cuando yo falte..

Nadie busca en el sol
significado. Por la carne
he hecho mucho menos.

El ganado en la cuenca ahora, artemisa, salvia.

Vivo ahora en la ciudad donde amé a ese hombre.
La ceniza de él, la autorreferencia.

De vez en cuando, pienso en su llanto,
en cómo mi cuerpo me traiciona:
en cómo no he terminado con la liberación.

Jennifer Chang
Tr. del inglés

Patsy Cline

lunes, 17 de agosto de 2015

PARA JUGAR

Continuó persiguiendo, en sus electro rayas y

al final de su decir, intervino, añadiendo azul

al triángulo igual que a una pantalla. Este

sistema no tendría eco y no podría

dirigir la verdadera barrera. Una larga y delgada línea

de su penúltimo año

o del pabellón que estamos arrojando alrededor.


Hannah Brooks-Motl
Tr. del inglés


El conde de Torrefiel

sábado, 15 de agosto de 2015



BASTA

No, nunca será suficiente. Nunca
suficiente el viento clamoroso en los árboles,
el sol y la sombra que maneja la hoja, nunca es suficiente el sonido metálico
del martilleo de mi vecino,
los clavos de hierro, la madera que cede, las ondas de sonido
que lamen los tejados, nunca es suficientes
el quehacer de las abejas en las gargantas
de lirios. ¿Cómo podríamos saciarnos
con la carne de los tomates maduros, el único
olor de sus hojas machacadas. Se precisarían muchos
nacimientos para esa aspereza.

Vida culpable. Solo es eso lo que más queremos.
Lluvia de verano. Barro. Una taza de té.
Nuestros dientes, nuestros ojos. Un bebé en un cochecito.
Otra cucharada de crème brûlée, el dulce crujir de la corteza quemada.
Y duchas calientes, amorosas, amorosas duchas calientes.

Hoy fue un buen día.
Mi suegra se sentó en el porche, comiendo galletas y queso
con un margarita aguado
y aunque sus uñas ya no despiden luz roja
y no puede recordar quién está vivo y muerto,
de todos modos, este fue un día sin llanto, sin un llanto imparable.

Anoche por la pequeña ventana de mi portátil
vi a un hombre moribundo suicidándose en Suiza.
Llevaba una camisa azul y la nieve caía
sobre una pequeña casa azul, sobre las oscuras aguja de pinos y de abetos.
No salió fuera a sentir la nieve en la cara.
Se sentó en una mesa junto a su mujer para beber veneno.

En internet encontré una bolsa de plástico con velcro
y un orificio para el tubo de un tanque de propano. No tendría
que mover nuestro Weber. Tan solo me bastaría deslizarme
por el estuco de las losas, donde las malas
hierbas brotan a través de las grietas.
Tal vez no sería peor
salir fuera mientras miro las hojas amarillentas de la vieja Camelia.
Y desde allí podría ver los pollos arañando,
si es que tenemos pollos todavía.

Este pequeño sombrero de vida, ¿cómo llegaré
a quitarlo, mientras todavía puedo superarme? Gorro de lana ,
cofia de encaje, la campana amarilla con el velo de color amarillo.
Lo llevé en la Pascua al cumplir trece años y mi madre me dejó pasear
con Tommy Spagnola en el paseo marítimo de Atlantic City.

Oxígeno, oxígeno, el llanto del cuerpo al que uno siempre quiere darle
lo que desea. Pero debo decir no,
basta, basta, con más ternura
de la que he dado a un amante, el don
del pezón que se endurece bajo mi dedo, más
ternura que a mi recién nacido, al que sostuve todavía salpicado
con mi sangre. Le voy a dar el más suave rechazo
a este querido y mudo animal y apretaré
el broche alrededor de mi garganta que fue una vez besado y besado
hasta que la sangre no pudo descansar en su cauce aunque se elevara
hasta la superficie como un pez que no puede aguardar a su captura.


Ellen Bass

Tr. del inglés

Victor Pasmore

domingo, 9 de agosto de 2015

EN LA MUERTE DE ANA HATHERLY



A ESCRITALIDADE


A idade da escrita é a minha idade:

a idade que passa

a idade percurso

o percurso recurso


Não tenho outro recurso


A idade da escrita é a idade muda:

a idade que olha

que fala para ver

que olha para saber


Não escrevo para dizer:

escrevo para dizer o que não pode ser dito


LA ESCRITALEDAD


La edad de la escritura es mi edad

la edad que pasa

la edad recorrido

el recorrido recurso


No tengo otro recurso


La edad de la escritura es la edad muda:

la edad que mira

que habla para ver

que mira para saber


No escribo para decir

escribo para decir lo que no puede ser dicho


Tr. de Casilda García Achilla.


miércoles, 29 de julio de 2015

EL HOMBRECITO

REVISTA NAYAGUA...CONTENIDOS EN ABIERTO¡
"(...) La mujer ha sido silenciada y negada a lo largo de la historia, sea donde fuere que haya destacado o sencillamente existido. Por supuesto también en poesía. Hace unas semanas, casi coincidiendo con el pueblo griego clamando OXI, Chus Visor, uno de los editores de poesía mejor considerados por parte de algunos sectores de la industria cultural, decía en una entrevista que no hay buenas poetas, que el talento de las poetas no es comparable al de los hombres.
Es una barbaridad afirmar que no hay buenas poetas en todo el siglo xx; un acto de ignorancia incontestable el simple hecho de pensarlo; por eso mis palabras van también para todos aquellos que lo piensan aunque no lo digan, para aquellos que se callan. Claro que hay poetas nefastas, pero no lo son mucho más que tantos de esos laureados poetas que ni con toda la experiencia del mundo pasarían de mediocres. La triste realidad es que de todos los libros de poesía editados en el último año tan solo un 25,6 % corresponden a mujeres. Y hay que estar muy ciego para no asumir esta realidad y ser muy estúpido para justificarla. Lo que pasa, señores editores, críticos, gestores culturales que asentís o calláis ante este tipo de declaraciones, ya sea con fondos públicos o privados, es que sois unos machistas y además unos ignorantes.
Desde esta Fundación llevamos más de diez años pensando y demostrando que las cosas se pueden hacer de otra manera (...)"
Tacha Romero
Directora de la FCPJH

LA REVISTA Y SUS CONTENIDOS EN ABIERTO
http://www.cpoesiajosehierro.org/web/uploads/pdf/a6b5fddf520e98cfcdeb42a0ea7b03b9.pdf

martes, 14 de julio de 2015

Durero
Tocar tierra

Llevo mis palmas al suelo
y rinocerontes de  granito surgen de mis brazos
y se bloquean en mis hombros.
El agua gotea sobre mi espalada
y mi cabeza es afeitada
por la hoja cremosa.

Pero entonces mi tiempo en mi cuerpo es ya
y es el momento para mi mente
Se busca la sabiduría
y los rinocerontes caen en un pozo,
sus caras se deshacen.

Quiero saber cuáles son sus últimas palabras
pero sus labios se van desvaneciendo en la púrpura.

Puse mis manos en el suelo otra vez
pero los rinocerontes vienen hacia el cuerpo
y nunca hacia la mente.

Yo solía querer tiempo infinito con mis pensamientos.
Ahora prefiero dar todo mi tiempo
a un cuerpo que se está muriendo

de cáncer.

—Max Ritvo
tr. del inglés





domingo, 12 de julio de 2015

Alla Breve amorosa

Tres personas beben de la botella
en el cuarto de estar.
Una lluvia fría. Silenciosa como un espejo.

Uno de los hombres
mete el pañuelo en su abrigo,
sube las escaleras con la chica.
El otro hombre permanece sentado

en el despacho junto al vino y al dolor de cabeza,
mientras gira el viejo Ellington
otra vez en su mente. Y sigue.

Él la abrazaba como un saxofón
cuando ella era su novia.
La lengua de ella  que tiembla en la caña.

El hombre que yace a su lado ahora
piensa en  otra mujer.
Su aliento blanco ralentí

antes de que él se fuera.
Dijo algo acerca de un hechizo,
viendo caer la nieve sobre sus hombros.

El músico
se arrastra de nuevo con su cuerno,
antigua tortuga acuática
ante la proximidad de la rueda.

C.D. Wright
Tr. del inglés


Lucrecia Love

jueves, 9 de julio de 2015


HE VENIDO A INSISTIR A LA TERRAZA


Insectos, hebras de tabaco.
Aquí y allá, las redes neuronales.
Cosas que reptan en el ruido
de lo que no se oye
y se amalgama
sin ti,

y no te sirve.



Barbara Hepworth







LA MUTACIÓN DE LA ELEGÍA


Doy largas caminatas,
me gusta caminar.

Planeo, no sé el qué.

Me gusta deslizarme, eso es todo.

Perdido en los campos de la labor,
imponte una tarea descriptiva.

Cosas:
es grande su ebriedad.

El vino es una cosa,
me sorprende pensarlo.

He regresado allí donde siempre he querido estar.
Dejo que el aire desenvuelva
toda la novedad:
estoy llegando.

La mutación de la elegía.
Yo no quiero morir.

El día es una fuga de calor.

Desarrollé mis argumentos con paciencia
ante la audiencia de los pájaros
y me dejaron ir.

Agitando sus alas mostraban su aquiescencia.
Era una música de mil demonios, pero sí:
era una música.

Agitaban sus alas sin levantar el vuelo
mientras yo me alejaba.

Quiero decir que me dejaron ir.

Bosque de la conciliación de los impulsos,
llego tarde.

Vivo emboscado aquí.

Inteligencia aleatoria, llévame
lejos de este lugar.

Abulia, nube blanca
de los desesperados que caminan
porque ya no les queda más camino
que el cielo que ellos ven.

Éxtasis de lo gratis,
una aceleración irresistible.

Vaya desesperanza,
qué impostura
si reconozco que sigo esperando,
pero ¿el qué?

Inteligencia aleatoria, ¿hay algo más

que pueda hacer con el verano?

José Óscar López

miércoles, 8 de julio de 2015



I


Los ancianos también habían sido pequeñas bestias hambrientas y egoístas, pero lo habían olvidado. Lo habían olvidado todo en aquella casa. La condición para entrar en aquella casa era olvidarlo todo, sobre todo los nombres. Todos los nombres tenían que ser olvidados. Lo único que recordaban los ancianos eran las canciones. Canciones que tarareaban obsesivamente y que hacían sangrar los oídos. Canciones extrañas que no tenían letra pero que hablaban de criaturas monstruosas que viven en el fondo de las piscinas. De mantis religiosas y de otros insectos que simulan oraciones pero que en realidad solo murmuran. Canciones que provocaban convulsiones. Que hacían salir espuma por la boca.


Cuando salían al jardín no cantaban. Solo emitían alaridos. Gritos lentos y frenéticos y delicados que hacían pensar en insectos extinguidos y en tumores que se extienden lentamente. Nos prohibieron hablar con ellos. O alimentarlos. O dejarnos acariciar por sus manos temblorosas, porque ellos habían masticado todas las sustancias y habían lamido todas las manchas. Solo podíamos mirarlos a través de la verja, pero ellos ni siquiera nos veían. Sus pupilas lácteas les impedían conformar una manada, pero corrían por el jardín de forma violenta. Los ciervos huían de sus dientecitos anhelantes. Por eso los animales disecados que había por toda la casa. Por eso las jaulas.


Pero los ancianos nunca estuvieron en la cima de la cadena alimentaria. Tribus hermafroditas comenzaron a acecharles escondidas entre los arbustos. Los cazaban de noche, cuando las formas tentaculares se movían lentamente por el fondo de la piscina. Después les cortaban el cabello y lo guardaban en frascos de cristal para dárselo de comer a los turistas. Por la mañana veíamos a los ancianos agitar sus cabezas calvas con desesperación, pero por la tarde el pelo les había crecido tanto que tenían que arrastrarlo por el jardín con violencia.






Layla Martinez.